Como parte de regresar a bloguear constante y regularmente decidí volver a entrarle al The Session, ese día mensual donde la blogósfera cervecera se arrejuntan todos los que quieran participar para hablar de un mismo tema. En este mes de Agosto el tema es llamado Beer Fight Club y lo propuso Hipster Brewfus. Yo esperaba que el tema consistiera en unas retas de Mortal Kombat en línea o algo así, pero estaba muy lejos de la realidad. El Hipster Brewfus nos propone hablar de las malas cervezas que hemos tomado, esas que no sólo son malas, sino que las sufrimos al tomar, como si fuera una penitencia que estuviéramos pagando, o como le pasó al papa en la creación del estilo Doppelbock.
Aquí la premisa.
Have you ever drank a beer that became a battle, more than an enjoyable experience? Maybe a beer that was far bigger than you had anticipated? Something you felt determined to drink, just so you can say you conquered that son of a bitch, and you are all that is powerful. Or perhaps it is something that is just so bad, all you want to do is slap it around a bit. Or maybe you were on the verge of passing out, but you just wanted that one last beer, and the valiant struggle between taste bud fulfillment and the velvety embrace of sleep that ensued.
Me ha sucedido es que ya no puedo beber más, ya sea por ebrio o por lleno, pero insisto en tomarme una última pinta. Sobre todo en el pasado #beerliever Tour of Awesome me pasó que después de comer me sentía en exceso satisfecho, pero quería seguir tomando y probando cosas nuevas. Ahí me duele mucho el dejar pasar varias novedades o rarezas aquí que aprendí a no comer tanto y mejor nutrirme de cerveza.
En su tiempo hubo cervezas que se me hicieron excesivamente fuertes y aun así me forzaba a mi mismo a tomarlas, esos viejos tiempos donde una Stone IPA era lo más amargo que había tomado y que una botella me duró casi una hora en lo que me la terminaba. Pero no cedí. Después de eso pocas veces he topado una cerveza excesivamente fuerte como para no tomar más, y vaya que aun con cosas muy alcohólicas como la Tokyo de BrewDog o The Beast de Avery no se me ha vuelto tan complicado, pero para que toda regla sea regla tiene que haber una excepción y en mi caso fue la Fruet de The Bruery, un amigo la llevo para una "posada" cervecera y aun entre los varios que éramos no se pudo terminar la botella, yo no pude terminar lo que me serví, mucho menos repetir.
Lo que si, es que no tengo miedo de tirar una cerveza que sepa mal (o cederla si alguien se la quiere tomar, por ejemplo, Mudo rara vez tira una cerveza) y más de una vez ha pasado. De hecho en el HQ de In Cervesio Felicitas tenemos una planta que se toma todo lo que nosotros no y vaya que ha sobrevivido a muchos potajes. El tirarla no es parte de un statement ni querer probar un punto, es realmente si una cerveza tiene sabores realmente indeseados no tienes porque tomarla y si pagaste por ella tienes TODO el derecho de despotricar contra ella en Untappd.
Los checos tienen un dicho que dice "una buena cerveza puede ser juzgada con sólo un sorbo, pero más vale estar completamente seguros" (aunque nunca encontré este proverbio en su checo original) y con las malas es parecido, con sólo un trago ya puedes saber si le quieres seguir o no, pero como aprendimos de Zombieland, siempre hay que dar un double tap para estar seguros y hay cervezas que ese segundo trago lo he sufrido como penitencia.
Nos estamos leyendo
Eslem Torres.
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